Continuando con la exposición de algunos argumentos sobre el Amor, en sus diversos aspectos, debemos conocer que, todo el Universo está regido por el Amor, que es vibración poderosísima, energía vivificante y vitalizante que DIOS-AMOR irradia hacia todos los mundos del espacio. Y el Amor, es la gran ley por la cual están regidas todas las demás leyes universales. Y el Cosmos todo está impregnado de esa vibración-energía, emanada también de las Grandes Potencias espirituales del espacio y de todas las Almas de los
espíritus reintegrados.
Debemos conocer también que, aun cuando en menor intensidad y en menor potencia, hay también seres encarnados en los mundos físicos que están vibrando en Amor, seres de gran evolución que atraen al plano físico vibraciones poderosas de los Seres Elevados, que contribuyen a neutralizar las vibraciones negativas emanadas de las mentes de personas malvadas; y sin cuya neutralización, la vida en los mundos físicos sería imposible. Y en las diversas venidas mesiánicas del Cristo, han sido atraídas a nuestro mundo esas fuerzas poderosas a fin de mantener el equilibrio armónico indispensable para el desarrollo de la vida en nuestro mundo.
“¡Sólo por el Amor será salvo el hombre!” -dijo el sublime Nazareno (aún cuando esta frase no está en las versiones actuales).
Y pregunto, ¿salvo, de qué? ¡Del dolor! Del dolor, en sus diversos aspectos: físicos y morales, en la vida presente y en la vida del Más Allá.
Toda alma manchada por acciones de mal, así como pensamientos y sentimientos ruines (los pecados en el lenguaje teológico), tiene que limpiarse, depurarse; porque esa es la Ley. Y el dolor es un gran depurador al actuar como catarsis en función depuradora del magnetismo mórbido generado en esas acciones de mal en el pasado y aún en el presente; como actualmente podemos apreciar en esas enfermedades dolorosas, que son manifestación de esa función depuradora del alma humana. No obstante, por el amor sentido y realizado, podremos también liberarnos del dolor; porque, el amor sutiliza el alma humana, la va limpiando lentamente, evitando la depuración compulsoria por el dolor.
Me refiero al amor puro que nada pide, que es dar de sí sin pensar en sí; de ese sentimiento de bien que surge de lo profundo del Ser. Y cuando vibramos en esa sintonía, estamos estableciendo también contacto con la vibración de Amor del Cristo, mentor y guía de la humanidad de nuestro planeta, cuya vibración fortalece nuestro espíritu y va limpiando el alma de las impurezas generadas por acciones de mal, así como armonizando la mente.
Todas las enseñanzas y ejemplos dejados por el sublime Maestro Jesús, están basados en el amor. En el amor como norma de convivencia para la liberación del dolor y una vida armónica y feliz, así como el progreso del Espíritu, que es uno mismo en el aspecto transcendente y real. Enseñanzas y ejemplos que fueron los fundamentos del cristianismo como religión. Pues, cristianismo es amor, amor sentido y realizado en la práctica del bien, en los múltiples aspectos y circunstancias que la vida humana ofrece.
Muchas personas dicen ser religiosas porque pertenecen a una iglesia determinada y cumplen con ciertos requisitos que la misma impone. Y algunas personas, en su infantilismo, hasta llegan a creer que esa fe o creencia les basta para librarse de las consecuencias dolorosas de sus actos de maldad, y ser recibidos en el Cielo; avanzando así ciegamente hacia el abismo del dolor purificador, por no haber observado y practicado las enseñanzas de amor que el cristianismo puro contiene. Porque, cristianismo es amor, amor sentido y realizado en la práctica del bien.
Cristianismo es una modalidad de vida dentro de la Ley Universal del Amor, de fraternidad y auxilio mutuo entre los humanos; de no hacer a otros lo que no deseamos para nosotros y tratar a los demás como queremos ser tratados, así como la superación de las imperfecciones. En ésto se sintetiza el cristianismo verdadero.
Necesario es que aprendamos a amar, siendo útiles a nuestros semejantes; haciendo el bien desinteresadamente y sin esperar recompensa alguna, ni tan siquiera agradecimiento para que no nos afecten las ingratitudes. Aprendamos a amar si queremos ser felices; porque, aprender a amar, es aprender a vivir.
Mantengamos pensamientos y sentimientos de bien hacia todos. Vibremos en amor en el hogar, en el trabajo para con los compañeros (incluyendo los envidiosos y ruines), esforzándonos en contribuir a su felicidad, y con ello estaremos contribuyendo a nuestra propia felicidad y progreso espiritual.
“Mi corazón está henchido de amor”: Frase ésta que significa un sentimiento desbordante de afecto, cariño, ansia de dar, de hacer feliz a los demás cual sea su condición. El amor sentido y realizado en el diario vivir genera una energía vivificante que produce esa sensación de felicidad, consecuencial de la armonía que envuelve a toda persona que vibra en amor.
Cuando en vosotros notéis un deseo de bien, estaréis vibrando en amor. Dadle expansión a ese sentimiento. Y cuando notéis que sentís felicidad en realizar acciones de bien, es porque estáis actuando en amor, que es vibración sutil, armonizadora y purificadora del alma humana.
El camino del amor es el camino del progreso del Espíritu, que es la realidad existencial y continuadora de vida en el tiempo y en el espacio. Es el camino directo para avanzar en la empinada cuesta de nuestra evolución espiritual, y el mismo camino que nos liberará de las reencarnaciones penosas en los mundos atrasados; y el único por el cual la humanidad podrá salvarse del dolor.
Entonces, por propia conveniencia, por sensatez, mantengámonos siempre en la tónica del amor, que es cristianismo en acción.
La evolución espiritual de la humanidad debió ser una consecuencia natural del conocimiento de conceptos de verdad, que el Amor Divino hizo llegar a las civilizaciones en diversas épocas por medio de sus enviados; para que, viviendo de acuerdo con esos conceptos, la humanidad alcanzara por sí misma la meta liberadora. Pero, el egoísmo, ambición y orgullo, y la falta de amor en los humanos; cambió el curso de la humanidad demorando su evolución, que hoy se encuentra retrasada en muchos siglos al punto evolutivo que debiera haber alcanzado.
Pero, los tiempos marcados por la Ley han llegado ya a su fin, y la humanidad no podrá persistir más en sus desvíos por haber llegado al final de la primera etapa primordial en su evolución; y con ello la clasificación de los de la derecha y los de la izquierda del Cristo. Y estos últimos pasarán a vivir en mundos inferiores donde esas almas endurecidas habrán de sensibilizarse a través de muchas vidas de dolor.
Mensajeros de amor, colaboradores en la Obra redentora del Cristo, han venido a nuestro mundo en todos los tiempos, para contribuir al adelanto de la humanidad. Por amor a la humanidad sufriente, seres de gran evolución han encarnado en diferentes épocas para apartar a la humanidad del error y orientarla hacia su felicidad por el camino del amor. Pero, si muchos han respondido, y con ello librándose de las vidas de dolor; otros muchos, dominados por el egoísmo y el orgullo, no han querido escucharlos, continuando con su egocentrismo dominante, generando con ello causas de dolor.
Desde hace miles de años, Cristo conocía y conoce la trayectoria de nuestro planeta, ya que a El está encomendada la evolución del mismo y su humanidad. Y para el Cristo no existen incógnitas en cuanto a la trayectoria de la humanidad y acontecimientos futuros; por lo qué, con el tiempo necesario, preparó su programa. Y en una parte de ese programa estaban las diversas venidas mesiánicas, la última de las cuales es conocida como Jesús de Nazaret, para salvar a la humanidad del caos.
Por ello, Jesús es el Salvador. Pero, no para salvar a la humanidad con su muerte como sostienen algunas organizaciones religiosas; sino para salvarla con sus enseñanzas, con su doctrina de amor. Vino para redimirnos, sí; pero, no con su sangre, sino con sus conceptos y enseñanzas de amor y superación, de amor fraterno realizado en la convivencia humana; con esa doctrina que enseña el camino hacia la perfección mediante el propio esfuerzo.
Jesús redentor, sí; pero no con su sangre, no con su muerte, sino con su doctrina de amor. Si observamos como norma de vida las enseñanzas del Maestro Jesús, incomprendido en su época y todavía hoy, seremos redimidos. Seremos redimidos por nosotros mismos, por nuestro propio esfuerzo, porque ésa es la Ley. ¡No nos engañemos con espejismos!
Y por último, os diremos que, vibrando en amor, las fuerzas negativas no podrán dañaros nunca, aunque os ataquen. Pues, como expusimos en la lección anterior, esa sintonía vibratoria forma un campo magnético protector contra toda influencia maligna.
SEBASTIAN DE ARAUCO