La amistad es mucho más que una palabra
que nace en el fervor de una poesía,
y en el hueco insensible de las almas
va apagando su estela enardecida.
Sedientos de consuelo la buscamos
con la firme enseñanza de un timón,
que orienta el rumbo gris de nuestros pasos,
inertes en un mar de incomprensión.
La amistad es mucho más que el fiel reflejo
de compartir vivencias y fatigas,
es entregar un mundo en cada sueño
y en cada corazón, dejar la vida.
Es mucho más que un frágil sentimiento
que a todos nos protege y nos motiva,
y sentimos cuando se va muriendo,
que muere cada espacio de una misma.
Pero siempre pedimos amistad,
cuando nos mece un soplo de agonía,
y solos no podemos, afrontar,
nuestra existencia débil y vacía.
Sublime es la amistad que nos invade,
proclamando su esencia verdadera,
y a pesar de las crueles tempestades
mantiene irrevocable su promesa.
¡Qué hermosa es la amistad que prevalece
desafiando todas las barreras,
y en cada triste historia en que florece,
vuelve a brotar la ansiada primavera!
Si en verdad, nos preocupa el encontrar
una amistad sincera y altruista,
comencemos primero por amar,
sin esperar favores ni conquistas.
Escuchemos la voz del que nos hable
de su frustrado cerco de ilusiones,
y démosle calor y confianza,
sin falsas ni egoístas pretensiones.
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¡Qué insensatez la del que persevera,
en recibir una amistad de dichas,
y la construye a base de cadenas,
y secuencias de absurda hipocresía!
La amistad, si es pura no se rinde,
no es vana, ni sutil, ni denigrante,
y para dar, casi siempre prescinde,
de sellos ampulosos y arrogantes.
Mantengamos una amistad ilesa,
y hagámonos de ella responsables,
sin defraudar a quien nos la profesa,
sin convertirla nunca en deleznable.
Abramos nuestras puertas sin medida,
a quien vaga desierto de razón,
y hagámosle feliz con la alegría,
que inunde nuestro ardiente corazón.
ELENA MARTÍNEZ
