El derecho a la vida
es un don de los Cielos,
y el aborto es el crimen
más brutal y siniestro.
Es un acto aberrante
que no tiene perdón
ni a los ojos del alma
ni a los ojos de Dios.
De los niños que nacen
puede haber un Mesías
que nos traiga del Cielo
enseñanzas divinas.
Puede haber un tirano
o vulgar asesino,
pero nunca el cadáver
de un brutal homicidio.
¿Qué sabemos nosotros
lo que un niño será,
cuál será su papel
entre la Humanidad?
¿Por qué vuelve a la vida
su espíritu inmortal,
si a pagar viejas deudas
o a endeudarse más?
Por eso no se debe
menospreciar su vida,
porque Dios se la ha dado
como gracia, divina.
No se debe matar
por la causa que sea,
porque Dios no lo quiere
y la Ley lo condena.
Porque todos tenemos
el derecho a la vida,
con cuanto nos rodea
sabiendo compartirla.
Sabiendo amar al pobre,
sabiendo amar al rico;
sabiendo amar a todos
como a nosotros mismos.
Sabiendo dar las gracias
a quien, nos da la vida
para perfeccionarnos
y hacerla bella y digna.
Para nuestro progreso
y nuestra evolución
por medio de la siembra
del Bien y del Amor.
Pero el hombre se olvida
de todo lo divino,
y mata sin reparos
hasta a sus propios hijos.
No sabe valorar
los dones de la vida
y se convierte en muerte
de cuanto en ella vibra.
Por eso del aborto
el crimen aberrante,
ante Dios y las leyes
se hace el hombre culpable.
Matar es siempre un crimen,
y más a un inocente
que en el vientre materno
no puede defenderse.
Mas ¡ay! de los que matan
en estas condiciones,
que pagarán muy caro sus
crímenes y errores.
La Verdad de la vida
más allá les espera
y de sus actuaciones
les dará la respuesta.
No verán de los Cielos
las regiones divinas,
sino de las tinieblas
y el dolor de los estigmas.
Pues no todo se acaba
con la muerte aparente,
y cada cual recoge
lo que en la vida siembre.
JOSÉ MARTÍNEZ
